Welcome to the middle of no-where

14/02/2011 § Deja un comentario

Así describió a St. Arnau la chica del Department of Conservation visitor Centre: «El medio de la nada». Fue cuando le preguntamos si había algún otro shop que no fuera el que nos arrancó la cabeza cuando compramos las provisiones para nuestra travesía frustrada.


Al día siguiente íbamos a volver a empezarla, esta vez estudio previo y pormenorizado del mapa mediante, y necesitábamos reponer comida. Pero St. Arnau es un pueblo fantasma, de esos que Walter odia porque no hay nada mejor que hacer. Un shop sobre la ruta (que hace también las veces de estación de servicio, takeaway, panadería, public toilet y locutorio), un camping lleno, otro cerrado, un baño público y una playita de piedra que parece pintada al borde del lago Rotoria, uno de los que forman el Nelson Lakes National Park. Aburrimiento para todos, alegría para los del shop en el medio de la nada que no paran de vernos entrar a vaciarles nuestras arcas por quinta vez en dos días.

 

Eso en el pueblo. Pero no en la montaña.

Después de levantarnos temprano emprendimos rápido el camino a la cima, que esta vez, por suerte y pericia, fue el indicado: la subida pronunciada entre la roca no tenía nada que ver con todo lo que caminamos el día anterior subiendo y bajando a orillas del lago. Éste sí parecía el sendero hacia un refugio de montaña. La primera hora fue durísima, hasta llegar al pico del Mt. Robert. A partir de ahí, una caminata sin igual haciendo equilibrio por el filo de una cadena de picos de montaña. Para un lado u otro, se veía todo. A las dos horas más o menos, estando a mitad de camino, paramos a comer y dormir la siesta en una de las cumbres. Y a diferencia de ayer, esta vez llegamos en tiempo y forma.

El Angelus Lake aparece atrás de una subida de 8 hs, encerrado por un semicírculo de picos puntiagudos. En una de sus orillas está el refugio, habitado desde hace 6 meses, invierno incluido, por una guardaparques de lo más loca y simpática, dos condiciones básicas para pasar afrontar el invierno aislado allá arriba. También compartimos el refugio con varias parejas de distintas procedencias (NZ, francesas y alemanas entre otras) y con un grupito de israelíes que hacen que nos sintamos un poco menos colgados cuando vemos que no somos los únicos que cenan después de las 19hs.

A las 21 la mayoría duerme, y se pierde lo mejor. Primero nos taparon las nubes, quedándose un rato largo estancadas en el valle del lago. A las 23 ya duermen todos, soy el único que está despierto cuando las nubes desaparecen y el cielo se llena de polvo de estrellas.

Al otro día, una vez más los parques de NZ vuelven a sorprendernos. Decidimos bajar por otro camino, el Sparegrass Track, que en lugar de ir por la montaña va por uno de los valles que se forman entre ellas, siguiendo un río, entre pastos altos por la cintura, mallines con barro hasta las rodillas o más y bosques encantados.

Ni bien bajamos nos fuimos de St. Arnau. Odiamos el pueblo, pero amamos su montaña.

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